¿Existe alguien que esté en condiciones de negar que Johan Cruyff es el mejor futbolista neerlandés de la historia? Habiendo tantos excelsos jugadores que vistieron esa camiseta (Van Persie, Robben, Van Nistelroy, Seedorf, Van Basten, etc), la competición por el segundo lugar es muy reñida. Pero el primer puesto es indiscutible: Hendrik Johannes Cruijff, o “El Flaco” o “El Tulipán de Oro, que eran sus apodos. En honor a él va este artículo. Hoy, 24 de marzo, se cumplen cinco años de su muerte.
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Su solo nombre nos trae a la cabeza un vocablo: “Fútbol total”. Es esta una forma de jugar este deporte, quizás, la más perfecta que se haya visto jamás. Un fútbol donde los jugadores llevaban a cabo todas las funciones, defensivas u ofensivas, porque se movían al compás de la pelota. Atacaban todos, defendían todos. Ajax tiene el honor de ser el equipo en el cual mejor se llevó a cabo esta forma de jugarse, en lo que fue la época de oro de su historia, teniendo a Johan como estrella.
Equivocadamente, muchos le adjudican al Flaco esta ideología, pero la realidad es que la misma nació en 1950 y su progenitor fue el seleccionado húngaro dirigido técnicamente por Gusztáv Sebes y comandado futbolísticamente por Fernec Puskás. El hombre que llevó esta filosofía hasta Ámsterdam fue Rinus Michels, técnico del Ajax de aquel entonces. Lo primero que hizo Michels al asumir como estratega del equipo capitalino fue llevar a Cruyff a un lago, tirar una piedra al agua y decirle: “¿Ves las ondas que se generan en el agua alrededor de la piedra? Bueno, lo que yo espero de ustedes es que el lago sea la cancha, la piedra la pelota y ustedes las ondas que se generan en el agua. Todos alrededor de la pelota.” Rinus retoma una idea de hacía 20 años, su equipo la perfecciona y el mérito del Tulipán de Oro es haber sido la máxima expresión de esta forma de jugar dentro del campo de juego, por encima de sus compañeros.
Existen pocos jugadores de fútbol que gozaron de una carrera muy exitosa, y a la hora de ponerse el buzo de entrenadores brillaron tanto como cuando eran “el distinto” de la cancha. Es el caso de Johan Cruyff, tan grande dentro del campo como sentado en el banco. Seguramente, el haber participado de uno de los mejores equipos de la historia lo hizo una mente aún mas brillante, deportivamente hablando. Barcelona nunca había logrado quedarse con la Copa de Europa (actual Champions League), hasta su llegada al banco de suplentes. Había tenido ya un buen paso por el club catalán como jugador, pero como técnico hizo estragos. Además de la consagración continental antes mencionada, sumó otros dos títulos internacionales (Recopa y Supercopa de Europa) y nueve estrellas nacionales. En total, dirigió al equipo español de 1988 hasta 1996 y obtuvo doce campeonatos en ocho años.
La única espina que este gran personaje del fútbol debe tener es no haber salido campeón con su selección. Y sin embargo nadie duda del alto calibre que tuvo a lo largo de su carrera, lo suficientemente alto como para posicionarse en la cima de la montaña del balompié neerlandés. No solo por su nivel individual, fue ese tipo de jugador tan desequilibrante que potenciaba a los que tenía alrededor, por eso integró equipos históricos como la famosa “Naranja Mecánica”, o el Ajax campeón de Europa. Incluso jugó para el Feyenoord, eterno rival del Ajax. Pero eso es también lo que tenía Johan, el temperamento para jugar en dos rivales y la capacidad de enamorar tanto a ambos que la afición del hincha “traicionado” lo perdone. Fue alguien único. No solo por su juego, si no también por su éxito igual de grande como entrenador y su temperamento. Cuando murió, muchos corazones se rompieron, porque él trascendió banderas y camisetas.
Franco Janczewski
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