Siempre se dijo que Martín Palermo tenía una vida de película. Bueno, quien escribe no tendrá el dinero de producción ni el cerebro para hacer una película (buena, porque también hay mucho film que cuesta trabajo ver), pero si está capacitado para escribir un artículo sobre este jugador.
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Es difícil describir a Palermo. Dentro de la cancha ha hecho tanto, hizo una absurda cantidad de goles en Boca (236, máximo goleador de la historia boquense), ha errado 3 penales en un solo partido, prácticamente clasificó a la Selección al Mundial 2010 con un solo gol, fue el futbolista más longevo en anotar un gol por primera vez en una Copa del Mundo (36 años), etc. De todas estas hazañas se va a hablar a continuación.
Yendo en reversa al orden en que fueron escritos los títulos, empecemos por el último. Aquel gol en Sudáfrica para poner el 2-0 y sellar la victoria de la Selección Argentina ante Grecia. Tenía, exactamente, 36 años y 191 días. Aunque en el pasado mundial lo destronaron: el panameño Felipe Maloy hizo el único gol de su seleccionado en la derrota por 6-1 ante Inglaterra, con 37 años. Los dos jugadores más grandes del fútbol argentino, Diego Armando Maradona y Lionel Andrés Messi, no solo fueron protagonistas en aquella ocasión (Maradona como técnico y Messi como artífice de la jugada), si no que ambos opinaron de ese gol. El DT dijo: “Yo lo llevé a Palermo porque realmente se lo merecía. Es uno de los pocos tocados por la varita. Estaba siempre bien ubicado”. Y en cuanto al 10 (el que estaba en cancha, no con el buzo de entrenador), siempre fue un poco callado con la prensa, sus comentarios sobre ese gol los conocemos gracias al mismísimo Palermo que comentó que luego de felicitarlo, el astro bromeó: “Ese gol debió haber sido mío, hijo de p***”. La jugada fue una hermosa individualidad “messistica”, esquivando griegos de derecha a izquierda, perfilándose para su letal zurda, efectuando un remate que el arquero tapó y Martín aprovechó el rebote.
Otro gol que significó mucho para la albiceleste fue el de la victoria ante Perú. Si hubo algo que siempre le faltó al seleccionado del Diego, fue juego. Y a su equipo le costó sangre sudor y lágrimas clasificarse. Era el minuto 92 del encuentro, si Argentina no ganaba perdía absolutamente toda chance de clasificarse, y empataba 1-1 contra una visita que ya estaba eliminada y que simplemente estaba ahí para cumplir calendario. El estadio era “El Monumental”, casa de River Plate, el archirrival del Xeneize (club donde es ídolo indiscutido). Para hacer la noche más épica aún, una cortina de lluvia cubría al campo de juego. En un córner a favor, “Pocho” Insúa fue el encargado de ejecutarlo, pero su centró lo cabeceó un peruano. No obstante, Perú nunca terminó de despejarla, el local la recuperó y fue Insúa nuevamente quién la tenía. Esta vez, intentó un buscapié, el arquero no pudo interceptar la pelota, al igual que ningún defensor y aquel que “estaba siempre bien ubicado” solo la tuvo que empujar y emocionarse junto a todo su equipo y millones de fanáticos. Y aquella que apenas unos renglones más arriba fue denominada como hogar de River, terminó coreando: “¡Paleeeermooo, Paleeeermoooo, Paleeeermooo!”, agradeciéndole al ídolo de su eterno rival. El jugador, el contexto y (sobre todo) la Selección, ameritaba que la gente se saque la camiseta.
No siempre tuvo una fructuosa relación de amor con Argentina. En 1999 jugó la Copa América de Paraguay. Había sido convocado por un rendimiento superlativo con la azul y oro. Boca acababa de consagrarse bicampeón del torneo local gracias a 39 partidos invicto y a un Palermo que había hecho 20 goles en 19 partidos en el Apertura ´98 (primer torneo del bicampeonato). Pero aquella Copa América fue tortuosa para él. Quizás no desde lo estadístico, los dirigidos por Marcelo Bielsa fueron eliminados en Cuartos de final ante el anfitrión, quiere decir que jugaron 4 partidos, y en esa cantidad de juegos el goleador hizo 3 goles. Solo no marcó ante Colombia, la selección nacional perdió 3-0 habiendo podido empatar 3-3, si su 9 no hubiese fallado 3 penales consecutivos. Esa noche entró al libro de los récords Guinness, con un anti-récord (irónicamente), ya que nunca se había visto a nadie errar tres penales en un mismo partido.
¿Y qué se puede decir de sus 236 goles en Boca? Hay tanta tela para cortar que no basta con un párrafo aparte, ni siquiera con un artículo y ni en su propia autobiografía (“Martín Palermo: Titán del gol y de la vida”) entraron semejante cantidad. Es que hay tantos y se puede decir tanto de todos y cada uno de ellos. Los propios fanáticos de Boca se debaten entre sí cuál recuerdan con más cariño: el famoso “muletazo” por Copa Libertadores ante River, los dos goles en la Final del Mundo ante el Real Madrid, el que hizo en su último clásico, el de mitad de cancha a Independiente, el de cabeza a Vélez desde el medio también. Un centrodelantero que ha marcado de todas las maneras, en todas las competiciones, ante todo rival y bajo todo contexto. Dejó la vara tan alta que es inalcanzable e inigualable, pero el hincha Xeneize insiste en su ilusión de que alguna vez va a aparecer un reemplazante. Pero no, era un jugador de excepción, alguien que no tiene un reemplazante natural porque tenía una forma única de ser dentro de la cancha.
Franco Janczewski
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