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ORO EN DEPORTE: ¿TRIUNFO POLÍTICO-SOCIAL?

Foto del escritor: Franco JanczewskiFranco Janczewski

Ocurrió en Seúl, Corea del Sur, tierra capitalista. Se jugaban los Juegos Olímpicos de 1988 con muchas selecciones potencias en fútbol. Había equipos como la Argentina campeona del mundo 2 años atrás, la Alemania Federal subcampeón de aquella copa, una Brasil de jóvenes promesas como Bebeto, Romario y Taffarel que brillarían y obtendrían el mundial 6 años después o una Italia que ya contaba en su planilla con un tal Roberto Baggio. Pero de entre todos los competidores, el oro no fue para ninguna de estas figuras. Si no que fue para la sorpresiva Unión Soviética.

 

Esta unión socialista estaba conformada por Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Azerbaiyán, Georgia, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia y Estonia. Aunque la selección que triunfó en Asia estaba conformada por 9 rusos y 7 ucranianos, no había de ninguna otra nacionalidad. En cuanto al técnico de esta selección, Anatoly Byshovets, era ruso también.


“La Madre Patria” (como se conoce al país predominante de esta selección) es la cuna del comunismo y anticapitalismo. El comunismo es un sistema político y un modo de organización socioeconómica. El capitalismo es un sistema social. Ambas ideologías son opuestas la una con la otra, y comunistas y capitalistas se llevan peor entre sí que hinchas de Rosario Central y de Newell´s.


Es por eso que vale la pena preguntarse… ¿Qué tanto de aquella rivalidad política y social se pudo trasladar hasta las canchas? ¿Qué tanto se vieron afectados los JJOO? Mucho. Para empezar, porque venía esta competición de sufrir dos sabotajes en Moscú 1980 donde Estados Unidos (junto con aliados políticos suyos, la Argentina gobernada por la Junta Cívico-Militar, entre ellos) no se presentó a participar, y 4 años después, en Los Ángeles 1984, la Unión Soviética respondería de exactamente el mismo modo. Y segundo, porque tarde o temprano siempre cualquier éxito deportivo va a trasladarse hacia el ámbito político, y especialmente hacia el social. Por ejemplo, Daniel Orsanic (capitán de la Selección Argentina de Tenis campeón de la Copa Davis 2016) expresó su deseo de que la histórica y tan anhelada obtención de la “Ensaladera de Plata” sirva para mejorar la sociedad argenta. Algo parecido a lo que también había declarado la capitana y figura albiceleste de Hockey, Luciana Aimar, luego del Mundial que la Selección consiguió en casa en el 2010. El deporte es social. Y más el fútbol, que está considerado el fenómeno social más grande. Justamente por ello, el hecho de que la selección comunista haya logrado imponerse en Corea del Sur es rutilante. La división de Corea se debe pura y específicamente a que el Sur sigue al capitalismo, mientras que el Norte al comunismo. No es un detalle menor.


La hazaña está constituida por los nombres que poseían los equipos. La Unión Soviética fue campeón sin los nombres excelsos que tenían sus competidores al oro y políticos. Es más, su juego se basaba en uno no tan vistoso, si no que hasta incluso ganaba los partidos apretadamente. Y en la palabra “apretadamente” está la heroica de esa Selección. Porque esas victorias ajustadas eran contra equipos de un calibre superior, pero que igualmente no encontraron la manera de traducir esa superioridad en efectividad.


Total y absolutamente de visitante (tanto por lo geográfico, como por la corriente de pensamiento que se usaba el país dónde competían), esa selección mitad rusa y mitad ucraniana se llevó el oro. El golpe desde lo futbolístico fue imponerse ante aquellos que todos reconocían como superiores. Desde el aspecto sociopolítico, fue la consagración en uno de los senos del capitalismo, en un territorio rival.


Franco Janczewski

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