Austria es un país que no suele destacarse en los deportes. No obstante, tuvo su respectivo buen momento en el fútbol. Hay que remontarse hasta la década del ´30, inicios del profesionalismo a nivel selección. De ahí en adelante aparecieron naciones que siguen manteniéndose en la elite mundial, como Argentina y Uruguay (disputaron la primera Final del Mundo, en 1930, sobre tierras charrúas) o Italia (primer bicampeón mundial, ganó la segunda y la tercera Copa del Mundo, en 1934 y 1938 respectivamente). A la par, también hubo selecciones que arrancaron dando pelea, pero se terminaron cayendo o los hicieron caer. Esta última opción, es el caso del seleccionado austriaco, que por aquellos años jugaba tan bien que era apodado “El Equipo Soñado”. Y dentro de ese dream team (nunca mejor dicho) se encontraba Matthias Sindelar, que no solo era considerado la estrella de aquella selección, sino que además hoy en día sigue siendo reconocido como el mejor futbolista austriaco de la historia. Lamentablemente, tuvo un final trágico.
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Sindelar fue una de las primeras mega estrellas del fútbol mundial. De esas figuras descollantes las cuales abundan actualmente, como Messi en el Barcelona, Neymar y Mbappé en el PSG, o Cristiano Ronaldo en la Juventus. En el fútbol de hoy es normal ver a un jugador que destaque por sobre sus compañeros, pero no era así en 1930. Por eso este nombre se hace tan grande dentro del mundo del deporte. Austria no tiene títulos oficiales porque desafortunadamente para su selección, en su mejor momento la única competición que había era la exigente y caprichosa Copa del Mundo. Al “Equipo Soñado” se le pueden destacar buenas performances en la copa y victorias categóricas en amistosos. Derrotó 5 a 0 a Escocia en lo que fue la primera vez que los escoceses perdieron contra otro europeo, a Suiza le ganó 8 a 1, también venció 2 a 1 a una Italia que acaba de consagrarse campeón del mundo por primera vez y además se puede destacar la victoria por 8 a 2 ante Hungría (pocos saben que Austria vs Hungría es un clásico). Matthias Sindelar se reportó con al menos 1 gol en cada uno de estos encuentros.
Sus excelentes actuaciones individuales hacían que los ojos y la admiración del fanático se posen todos en él. Desgraciadamente, su mejor nivel deportivo coincidió con uno de los peores momentos de la humanidad internacional en la historia reciente: el nazismo. Es imposible que un contexto social no empape al deporte, especialmente el fútbol. Incontables ejemplos se pueden dar, como la dictadura cívico-militar de Argentina, que es sospechada de haber arreglado el Mundial 1978 para que lo gane el local. Y por supuesto, el régimen nazi no se podía perder la oportunidad de meter sus narices en el deporte más exitoso.
El 12 de marzo de 1938 comienza una exitosa invasión nazi a Austria, que derivó en que ese país forme parte del Tercer Reich (así se les decía a los gobiernos nazis, independientemente de si el régimen fuese en la propia Alemania o fuera de ella). El seleccionado austriaco, capitaneado por el propio Sindelar, acababa de clasificarse al Mundial de ese año que se disputaría en Francia. Gracias a la reforma protestante que se llevó a cabo en este país hace unos años, hoy en día más del 50% de la población austriaca es católica. Pero en la década del ´30, la religión predominante de ese país era el judaísmo, y su selección estaba compuesta mayoritariamente por futbolistas judíos. Esa selección, que jugaba realmente muy bien, se disolvió por ordenes del gobierno nazista que acababa de tomar el control.
Por increíble que parezca, la noticia del equipo disuelto cayó muy mal en la población. Por eso, el gobierno llevó a cabo algo llamado “partido de conexión”, cuya intención era que jueguen la selección alemana contra un equipo conformado por todos jugadores austriacos… Pero que no era la selección de Austria. Por supuesto, Matthias Sindelar jugó ese partido. Tenían órdenes de jugar ambos equipos con camisetas blancas y negras, y debía ganar Alemania por sobre el equipo de la estrella mundial austriaca. Pero esta estrella tenía otros planes. Ya que era el capitán, desestimó ambas directivas recibidas. Su equipo salió con el rojo y blanco característico de la bandera de su nación y ganó el partido 2 a 0. Y por si se lo están preguntando, si, él anotó un gol. Esto sucedió un 3 de abril del ´38, y la respuesta del gobierno autoritario no se hizo esperar. Al mes siguiente, el 31 de mayo, todos los contratos del fútbol profesional austriaco fueron rescindidos, los clubes de fútbol judíos fueron prohibidos y a sus jugadores los hicieron arrestar. Un puñado de estos deportistas fueron liberados al poco tiempo, Sindelar entre ellos. Tanto antes como después de su arresto y posterior liberación, Matthias se aseguró de seguir siendo una molestia para el nacionalsocialismo nazi. Lo último que se pudo ver de él en una cancha, fue cuando el 26 de diciembre de 1938 volvió a jugar para Austria, en Berlín, contra el club alemán Herta BSC. Fue empate 2 a 2, y como no podía ser de otra manera, el capitán de la Selección volvió a marcar en aquella oportunidad también.
Tan admirado por los suyos, como odiado por aquellos a los que se oponía, que lamentablemente eran mucho más poderosos que sus fanáticos. El 23 de enero de 1939, Sindelar y su novia fueron hallados muertos en su cama. La causa de su muerte fue intoxicación por dióxido de carbono, es decir, inhalaron gas hasta primero caer inconscientes y luego ya fallecer. La policía que investigó el caso siempre apoyó la teoría del suicidio, pero familiares, amigos y allegados tanto de Sindelar como de su pareja siempre afirmaron rotundamente que ambos eran incapaces de suicidarse. Para hacer más sospechosa la cuestión, el archivo oficial de la investigación fue uno de los que se prendieron fuego poco antes de que acabe la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania ya se veía derrotada.
Un reconocido símbolo de lucha, eso fue Matthias Sindelar. El poema “A la muerte de un jugador de fútbol” del escritor austriaco judío Frederic Torberg, lo describió así: “[...] El Hohe Warte vitoreó, el Prater y el estadio cuando engañó al enemigo con una sonrisa y lo sacó con una carrera rápida. Hasta que otro oponente un día de repente se interpuso en su camino un extraño y terriblemente superior antes de eso no había regla ni consejo. […] Los nacionalsocialistas organizaron el funeral como un acto de estado e intentaron capturar al jugador de fútbol, pero esto fracasó.”
Franco Janczewski
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