La temible segunda ola ya llegó a Argentina. Un COVID recargado, porque si bien la Cepa de Manaos tiene la misma mortalidad, es más contagiosa. Una epidemia fortificada que tiene su génesis en Brasil, así que era simplemente cuestión de tiempo hasta que llegase aquí. Y al igual que el país vecino, en la AFA se piensa también la posibilidad latente de que la pelota deje de rodar por un tiempo.
Un tema que genera controversia. Algo que no se puede tomar a la ligera. Una pesadilla que parece no tener fin. Los contagios aumentan junto con las muertes. Ahora gracias a la reapertura de las escuelas crecen también los contagios de niños de alrededor de 10 años, adolescentes que creen que la cosa ya pasó no dejan de organizar fiestas clandestinas y así se van sumando distintos ítems a la ecuación que dan como resultado que en los últimos 3 días hayamos tenido un nuevo récord de casos en cada uno de ellos.
¿Qué se puede decir del fútbol? Se debe mencionar la explosión de casos en Banfield (27, de los cuales 20 son jugadores del plantel). También hay que traer a colación el clásico de Avellaneda, un partido histórico y colorido como pocos, pero que en esta oportunidad la previa del mismo se vio opacada por positivos de un lado y del otro (Independiente no pudo contar con Julio César Falcioni, su técnico y paciente de riesgo, en el banco de suplentes). Y otro ejemplo de esta semana es Boca, que tiene a Nicolás Capaldo contagiado, a Agustín Obando con síntomas y a Gonzalo Maroni sin síntomas, pero aislado por ser compañero de cuarto de los otros dos jugadores antes de que el fútbol retornase a fase 1.
Existe un viejo dicho argentino que encaja perfecto en esta discusión: “Es todo un tema. ¿Viste?”. Pasa que no hay otra manera de describirlo, es una disyuntiva. Pensar que hace tan poco tiempo atrás se estaba analizando la posibilidad de que vuelva el público a las canchas, y ahora esto… ¿Es un paso en falso y hacia atrás? Tal vez. ¿Es un golpe duro? Si. ¿Es necesario? La respuesta a esta última pregunta es el comienzo de este párrafo: es todo un tema.
Obviamente, los clubes no quieren saber nada, la pérdida de ingresos que significaría para ellos volver a parar la actividad es muy grande. Si ya de por si hay instituciones que se desgarran la piel pidiendo que por favor vuelvan los hinchas. Para colmo de males, el tiempo tiene al fútbol agarrado del cuello, en dos meses Argentina debe organizar (junto a Colombia) la próxima Copa América y la Conmebol no sólo dijo que la copa no se aplazará nuevamente, sino que además será con hinchas asistiendo a los estadios. Quiere decir que la nación debe apresurarse para hacer del terreno argentino uno seguro contra la pandemia para que la competición se lleve a cabo con la menor cantidad de contagios posibles.
Analizando todo junto, se ven claramente los motivos de una postura y la otra. La de parar la pelota se basa en hechos estadísticos irrefutables: números de contagios y muertes. Por el otro lado, en la vereda de no dejar de jugar el deporte, se encuentra el pensamiento de que el fútbol es sólo una pequeña porción del problema y que el foco de la lucha contra la epidemia no debería estar en la suspensión de una disciplina.
En cuanto al escritor, se encuentra 50 y 50. La Copa de la Liga Profesional ya está en su recta final, sería ridículo frenarla ahora. Por su lado, la Copa América se jugará inmediatamente después. Ya la siguiente competencia nacional será un torneo común y corriente, 25 fechas todos contra todos y ganará aquel equipo que obtenga más puntos que el resto. La competencia que haría de víctima aquí sería la Copa Argentina, la cual se suspendería por segunda vez consecutiva a causa de la pandemia.
A modo de opinión personal del autor, y como cierre del artículo, el fútbol debería pararse después de la Copa América ya que la misma se disputará y también acabará durante los meses de invierno de aquí (tampoco ayudará jugarla), cuando más frío hace y la gente es más propensa a contagiarse de lo que sea, y volver a fines de septiembre, cuando llegue la primavera.
Franco Janczewski
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