Haciendo honor a la película “Memento”, esta historia comenzará siendo narrada desde atrás hacia adelante, del final al inicio. Si un informe sobre el deceso de una persona dice que la misma murió tras estrellar su auto contra un árbol, se creerá que fue un accidente de tráfico con final trágico. Si además, también dice que el conductor fallecido llevaba 0.22 de alcohol en sangre, entonces se pasa a creer que fue una completa irresponsabilidad suya. Así está constituido el reporte sobre la muerte del ex – futbolista alemán Lutz Eigendorf. Pero habiendo dejado este mundo en pleno comienzo de los ´80, con una Alemania que rivalizaba con sí misma entre Este y Oeste, deja sobre su lecho de muerte un espeso manto de sospecha.
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La STASI era el órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana. Eigendorf era la figura del equipo del Dynamo, club que había sido su segunda casa desde los 14 años. Al igual que la mayoría del resto de jugadores, y más siendo uno de los referentes, este talentoso defensor estaba afiliado a la STASI. Y tanto el órgano de inteligencia como el club tenían al mismo cerebro al mando: Erich Mielke.
Alemania era su propio clásico. Federal vs Democrática. Capitalismo vs comunismo. Cruzar el muro de Berlín era como atravesar un agujero negro en la galaxia y transportarse a un universo paralelo. Era otra vida, y querer vivirla, era imperdonable para aquellos que gobernaban tu día a día actual.
Nadie sabe exactamente qué fue lo que motivó a este jugador a cambiar bandos. O cuánto tiempo llevaba pensándolo. O si pensó que su actitud podía llegar a marcar el fin de una era. Lo que sí se sabe es el momento exacto en que la traición empezó. El 19 de marzo de 1979 el plantel del Dynamo tuvo que pasar el muro divisorio para disputar un amistoso contra el Kaiserslautern, partido que culminó con una derrota de la visita tanto desde lo deportivo como también en lo ideológico, ya que nadie quería escuchar que los perdedores le dijeran qué pensar y no pudieron traspasar su mensaje de “la superioridad del orden socialista en el ámbito deportivo”.
La noche posterior al juego en cuestión, todo el equipo se volvió. Todos menos, sorpresivamente, su estrella. Lutz se quedó en el hotel platicando con el árbitro del encuentro, Rudi Merk. Y en vez de volver, decidió tomarse un taxi e irse hacia el otro lado, adentrándose más en aquel mundo paralelo y comunista antes mencionado. Dejando atrás su casa, su club, su familia (tuvo una esposa y una hija las cuales nunca volvió a ver) y, sobre todas las cosas, sus antiguas ideologías y creencias políticas. Finalmente, Lutz Eigendorf había desertado.
Para el 9 de noviembre de 1989 (fecha de la caída del Muro de Berlín), ya se sospechaba que la STASI había eliminado a miles de traidores. Entre esa gente, había civiles comunes que quizás no influyen tanto en el pensamiento hegemónico de una población entera, pero este tipo de regímenes quieren ser bien claros en cada uno de sus ejemplos y se prohíben ser laxos con quien sea. Si eran capaces de ejecutar a un civil común y corriente, solo cabe imaginarse la feroz rabia de Mielke cuando se enteró que su futbolista estrella se había quedado del otro costado. La locura, el poder, la ambición y la furia son una pésima combinación.
A Eigendorf le pagarían con la misma moneda. Se hizo amigo de Karl-Heinz Felgner, un ex – boxeador que, en teoría, también había desertado. Pero no. En esta época, la excusa de la traición era perfecta para meter espías en territorio rival y sacarles información. Y precisamente eso era Felgner, un espía de la Alemania del Este. Se encargó de filtrar toda la información de su nuevo “amigo”. A dónde solía ir, con quiénes, cuáles eran sus gustos y también le pinchó el teléfono para escuchar sus conversaciones. A lo mejor él ya no quería estar más en la RDA, pero al abandonarla y mudarse al Oeste, fue cuando más presente estuvo en su antiguo costado del muro.
Volviendo al final de la historia/comienzo de este artículo, el 5 de marzo de 1983 Eigendorf choca su auto contra un árbol. No muere inmediatamente, sino que sobrevive 2 días internado en el hospital y luego fallece por las lesiones sufridas en la cabeza. Ese día, su equipo (Braunschweig), había perdido 2 a 0 y él a la noche salió con sus compañeros. Al enterarse del suceso, todos los que habían estado tomando a su lado aseguraron que no tomó más de dos cervezas. Su viuda, Josi Eigendorf, declaró que el mayor miedo de su esposo era que lo matasen o, en su defecto, secuestrasen para llevárselo de regreso. ¿Es posible que se haya emborrachado en el auto? ¿Qué motivo tendrían sus ex – compañeros para mentir en caso de que él si se haya retirado ebrio del bar esa noche? Las dudas quedaron para siempre. Lo único claro es que la de Lutz Eigendorf es una de las tantas muertes sospechosas que se llevó consigo el Muro de Berlín…
Franco Janczewski
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