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CÓDIGO DE HAMMURABI EN LOS JJOO

“Ojo por ojo, diente por diente”; “no pidas sin dar”; “no recibas con ingratitud”. Estas tres frases están relacionadas entre sí. La primera lleva el nombre de “Código de Hammurabi” o “Ley del talión”, y las siguientes dos son los mandatos retributivos de carácter ético en los que se basa. Lo que se busca con este/a código/ley es que la pena por un crimen sea idéntica al crimen en cuestión. Es decir, si el padre de alguien es asesinado, ese alguien tendría derecho de matar, no al asesino de su progenitor, sino a su papá. Creer o reventar, esta norma ocurrió alguna vez en los Juegos Olímpicos.

La Guerra Civil de Afganistán (1978-1992) toma principal protagonismo en esta historia. Comenzó en abril de 1978, entraron en conflicto los muyahidines (grupo conformado por miembros de distintas facciones político-militares) contra las mismísimas fuerzas armadas de Afganistán, pero en diciembre de 1979 arribó a tierras afganas el Ejército Soviético para hacer de refuerzo de estas fuerzas armadas. Todo esto ocurrió en plena guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Se le llamó “Guerra Fría” porque se suponía que sería una lucha de espionajes entre un gobierno y el otro, sin campos de batalla, ni ejércitos de soldados y derramando la menor cantidad de sangre posible (cosa que acabó sin ocurrir, igualmente). El hecho de que la US se involucre en lo que estaba pasando en Afganistán, invadiendo aquel país, EEUU se lo tomó como una traición al pacto.


¿Dónde entran los Juegos Olímpicos en este relato? Como bien se aclara más arriba, las tropas soviéticas llegaron a su destino en diciembre de 1979. Al año siguiente, 1980, Moscú sería sede de los próximos JJOO. En respuesta por la supuesta traición, la venganza de la nación norteamericana vino por el lado deportivo. “El País de la Libertad” se negó a presentarse a la competición, en absolutamente todas las disciplinas. Muchos aliados se sumaron a la iniciativa, la Argentina, comandada por el antidemocrático y dictatorial gobierno militar, por ejemplo. Los Juegos Olímpicos son magno eventos que cuestan mucho dinero llevarlos a cabo y gran parte de esa plata invertida les vuelve a los gobiernos organizadores gracias al mercado turístico que este torneo genera. Por ende, que muchas confederaciones nacionales se nieguen a participar es un duro golpe.


Cuatro años después se juegan los siguientes Juegos Olímpicos, y son en Los Ángeles. Claramente, la URSS no se iba a perder de esta oportunidad para pagarle a su enemigo con la misma moneda, y el 8 de mayo de 1984 (tan solo un mes y veinte días antes de que el evento comience) el gobierno soviético emitió un comunicado en el que expresaba que no iban a presentarse y, al igual que su archirrival, tuvo el apoyo de naciones aliadas.


Difícil de creer que habiendo estado tan cerca de alcanzar el siglo XXI, estos dos países hayan hecho respetar el Código de Hammurabi, creado en Babilonia en el siglo XVIII a. C. Pero así fue. Mientras más poderoso sea un gobernante, más deseo de poder tendrá, y hay hombres que quieren ser tan grandes como sus ambiciones. Lo cual puede parecer tan motivador, como también peligroso. Depende de cada persona, de sus ambiciones y (en este caso) de su poder e influencia política internacional.


Franco Janczewski

 
 
 

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